12 de agosto de 2013

Grietas

La amenaza del trueno nos detuvo en seco como si nos hubieran echado una maldición. La pampa se nos hizo hostil. Titubeamos, ajenos al paisaje, extraños especímenes fuera de contexto. Los animales se escurrieron sin preámbulos ni dilaciones. Nosotros no supimos qué hacer y nos quedamos quietos, indefensos. La única certeza era la repentina oscuridad y la lluvia que empezaba a caer llenando el aire con gotas gruesas. Un fogonazo con la potencia de la muerte iluminó el cielo rayándolo, formando grietas por las que el agua empezó a brotar furiosa. Si él me hablaba o no, no lo sabía, porque no había lugar en el aire para otro sonido que el de la tormenta. Y así estuvimos un tiempo. Solos en medio de la naturaleza, sintiendo la dimensión de todas las cosas. Le agarré la mano y la apreté con fuerza para envalentonarme y no llorar.