30 de abril de 2013

Saboreo peces de colores y rayos de sol en el atardecer calmo al cerrar los ojos. Pido un vaso de agua. Me lo acerca eficiente en sus dos manos pequeñas. Agradezco exagerando la sonrisa. Otro bocado. Vuelvo a cerrar los ojos pronunciando un canto de emes y haches que se completa con su carcajada sincera. Más peces. Flotar y flotar en el agua. Su sonrisa es mi bote. Mientras la boca se me llena de saliva, me acuno en una apacible contradicción sensorial. 

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